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«La Fábrica de Armas estaba condenada desde 2011
OVIEDO
14 junio, 2014
DAVID ASCASO
General Dynamics anunció el cierre de La Vega semanas después de la publicación de los Presupuestos Generales de 2012. El PP no había incluido partidas para la fabricación del blindado ‘8 x 8’, un contrato que aseguraría carga de trabajo (y beneficios para la empresa) durante varios años. Aunque la multinacional intentó justificar la fusión de las fábricas de Oviedo y Trubia basándose en el recorte de los fondos de Defensa y la cancelación de proyectos como el nuevo vehículo militar, lo cierto es que todo estaba ya pactado.
Desde entones, tanto la Junta General como el Ayuntamiento de Oviedo han aprobado varias declaraciones institucionales en apoyo a los trabajadores y contra el cierre de la industria, firmadas también por PSOE y PP, los dos partidos propiciaron el fin de la industria. Los socialistas permitieron a General Dynamics renunciar a cualquier instalación, y los populares aplicaron a rajatabla las condiciones, facilitando los cerrojazos y poniendo a disposición del Ministerio cientos de miles de metros cuadrados de suelo, que podrían dejar importantes beneficios en la caja de Defensa. Después de los 55 despidos, los partidos políticos aseguraron sentirse ‘engañados’ por la empresa, quien se había comprometido a mantener el empleo, aunque en realidad, los planes de la compañía eran un secreto a voces.
Ya en 2007, hubo un primer amago de abandonar La Vega, respaldado por el entonces alcalde, Gabino de Lorenzo, quien se ofreció a “colaborar absolutamente” en la operación. El regidor llegó a anunciar que “el Ayuntamiento dará todas las facilidades, y hablará de una nueva calificación urbanística de los terrenos”. Un año después, sostenía lo contrario. “Mientras no haya acuerdo entre los trabajadores y la empresa, los terrenos no se recalifican”. Ya como delegado de Gobierno, en mayo de 2012, De Lorenzo se reunió con los portavoces de la plantilla para trasladar sus reivindicaciones al Ministerio de Defensa, apoyándoles en sus protestas y recibiéndolos en su despacho. Entonces, la empresa ya había solicitado el cierre, y la Delegación de Gobierno tendría que dar su aprobación a traslado, como finalmente ocurrió.
Por su parte, Javier Fernández, en plena campaña electoral y antes de convertirse en presidente, consideró “inaceptables” los planes de la empresa sobre la fusión, trasladando todo el apoyo de los socialistas asturianos a la plantilla. Después, como jefe del ejecutivo, aseguró que el Principado tenía las manos atadas y era incapaz de evitar el cierre y los despidos, efectuados tras la Reforma Laboral. Hace un año, el presidente regional criticaba “a los ministros que se inhiben de la fortísima reducción de empleo en la fábrica de armas de Trubia”, cuando fue una ministra socialista, Carme Chachón, quien dio vía libre a los cierres, por tanto, a la destrucción de empleo.
Los documentos que confirman el pacto que permitió el abandono de La Vega, tampoco dejan en buen lugar a la presidenta del PP asturiano, Mercedes Fernández. En febrero de 2013 anunció que “escucharemos las razones que llevan a la empresa a hacer este planteamiento de reducción tan drástico”, cuando desde hacía meses antes el gobierno central, de su partido, gestionaba el desmantelamiento. Para Fernández, los despidos fueron “una muy mala noticia”, que puso en relación con la falta de contratos. “Seguramente la falta de carga de trabajo llevó a esta determinación”. Ni la actual generación de dirigentes (Javier Fernández, Mercedes Fernández, Agustin Iglesias Caunedo), ni sus antecesores (Vicente Álvarez Areces, Ovidio Sánchez, Gabino de Lorenzo), se dieron por enterados de las negociaciones que se llevaban a cabo a un nivel más alto, ni recordaron los acuerdos previos de sus respectivos gobiernos, cuando General Dynamics anunció el punto final de la industria ovetense. Los estériles cruces de acusaciones no ocultan que tanto PSOE como PP asumieron la progresiva marcha de la multinacional cuando ocupaban el Ministerio de Defensa. O bien los políticos asturianos fueron ignorados por sus ‘superiores’, o conocían el destino de las fábricas y los trabajadores, y prefirieron mirar hacia otro lado.»