«Trubia está ahí.
A principios de los sesenta, los jóvenes recién contratados por el Banco Herrero solían preferir como iniciación la Oficina de Trubia. Aquel director, sin tener carácter expansivo ni pedagógico especial era un probo empleado capaz de transmitir su sapiencia de forma práctica. La primera lección era que junto al tintero para la obligada rúbrica se colocase visiblemente la posibilidad de mojar el dedo y estampar la huella: «No esperes que te lo pidan. Los analfabetos son muchos más de los que imaginas y tienen su sensibilidad. Jamás, de otra manera, podrías recoger los recibos de tantas pensiones».
Esa era Trubia.
Su progreso cierto pero inarmónico. Hogaño las cosas son, sin duda, muy distintas. La Fábrica sigue con su enorme superficie y ahora, dicen, con carga de trabajo, como no podía ser menos en un mundo belicoso,asegurada hasta,al menos, 2026, pero las contradicciones palmarias y bien apreciables, al ladito mismo de la gran ciudad. La más lacerante es ese burdo engaño a 55 despedidos, que conllevó el vergonzoso cierre de la Vega ovetense y de los que se quiere olvidar el Ministerio de Defensa y su subcontratada, la americana General Dynamics.
Acompaño a estos amigos en su concentración periódica y me sigue sin entrar en la cabeza que la Corporación Municipal y la empresa hayan abierto las instalaciones armeras para danzar sobre sus ruinas.Si me acerco una vez al mes a saludar a estos amigos, víctimas de la sinrazón, no es por mera solidaridad, que también, sino porque no concibo nuestra ciudad y nuestro Concejo amputados de su historia industrial.